Hoy, es uno de los sitios a los que propios y extraños acuden a observar a esos mudos testigos del paso de los años, recreando con su imaginación un tiempo que ya no volverán.
En su interior que la marcha del tiempo se hubiera detenido; en cada surco de su piso empedrado, en su glorieta y en las formas de sus rejas de hierro forjado. Al mediodía las iguanas descienden de sus añosos arboles a alimentarse y a tomar baños de sol.
Se encuentra también, el monumento de los jabalíes, que fue donada por la colonia China a la ciudad. Después de la estatua, fue instalada la glorieta, que ya existía para 1900. No se conoce exactamente quien fue su autor, Sin embargo, se tiene referencias de que fue fundida en los talleres Van Dosme, en Francia.
No es solo un parque tradicionalmente construido frente a una Catedral. Es un área concebida hace muchos años y embellecida por administraciones municipales recientes para ser un atractivo turístico de la ciudad.
En 1922, el Municipio ordeño modernizar su iluminación.
Pocos cambios han experimentado desde ese entonces, quizás uno de los más drásticos ha sido el mejoramiento de sus jardines en la administración del Ing. León Febres-Cordero y el embellecimiento de su entorno gracias al proyecto de regeneración urbana emprendido por el alcalde Jaime Nebot Saadi.
Pero ni lo uno ni lo otro ha afectado la alama que desde 1693 habita este, lugar, en donde son un poco de imaginación aún podemos ver y sentir el sitio en el que estuvo el corazón de Guayaquil colonial.